El nuevo libro de Antoni Batista representa un merecido reconocimiento al autor, en su larga trayectoria analítica del conflicto vasco.

El nuevo libro de Antoni Batista representa un merecido reconocimiento al autor, en su larga trayectoria analítica del conflicto vasco.
Deberíamos preguntarnos por qué muchos de estos referentes son tan desconocidos y no forman parte del hilo rojo de la tradición emancipadora de las izquierdas catalanas. La hegemonía del catalanismo conservador ha menospreciado siempre al catalanismo progresista.
Los grandes conceptos del debate público están vinculados, por norma general, en el siglo XX. Muchas veces, sin embargo, el origen de estos conceptos y referentes hunde sus raíces en el siglo XIX, sobre el que planea un notable desconocimiento.
El Hachmi nos cuenta en primera persona, pero con un enorme bagaje ideológico y cultural, una gran lucha soterrada en la que combaten calladamente chicas en todos los barrios y pueblos de Cataluña
La idea de fondo es que hay un complot perfectamente planificado que dura siglos por medio del cual nos han ocultado que Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes, Rodrigo Díaz de Vivar (el Cid) –que ya son ganas-, Leonardo da Vinci y una larga serie de personajes históricos de todo el mundo en realidad eran catalanes.
¿cómo puede ser que, después de que todo el mundo se haya dado cuenta de que tanto los partidos del bipartidismo como la corona son corruptos hasta la médula, no haya caído el Régimen y se haya producido una revolución social?
En el presente nos encontraríamos con la paradoja de que la soberanía como forma de organizar el poder y las sociedades está en crisis pero, al mismo tiempo, sigue siendo el punto de partida para pensar las alternativas.
En términos históricos, el procés fue -es todavía- un episodio más del largo conflicto entre el estado Español y Cataluña, un empate infinito entre quien no tiene suficiente fuerza para someter, y quien no tiene suficiente para irse. En términos de presente, el procès fue un ciclo de movilización, la magnitud de la qual desbordó a todos los actores relacionados, los favorables, los contrarios, los equidistantes y los que ni saben ni contestan. Nadie acabó de ganar, nadie de perder.
La propuesta de Enzo Traverso pretende hacer aflorar la dimensión melancólica presente en toda la trayectoria histórica de las izquierdas: el recuerdo empático -y, por tanto, doloroso- de las derrotas sufridas.